El municipio de Mogán se ha convertido en uno de los guardianes más celosos de la tradición artesanal pesquera canaria. Sus primeros pobladores, mucho tiempo antes de la conquista de las islas por los castellanos, ya aprovechaban los recursos que les ofrecía el mar para obtener su sustento diario. Con el paso de los siglos, la forma en que se explotaban dichos recursos ha ido cambiando de generación a generación.
De definir los rumbos a seguir por “marcas” en la geografía cercana, se ha pasado a modernos GPS, que sitúan a las embarcaciones en el mar con total precisión. Los intentos de averiguar el tiempo que va a predominar a la hora de salir a pescar por medio de las denominadas “cabañuelas”, hoy se realizan atendiendo a partes meteorológicos elaborados a partir de satélites.
Los conocimientos de los trabajos propios del mar que se han ido pasando de padres a hijos siguen transmitiéndose a los jóvenes que se acercan a esa actividad centenaria. Ese saber se ha ido complementando con cursos de formación reglados que garantizan a los nuevos hombres y mujeres de la mar el poder optimizar el trabajo invertido y la cantidad y calidad de las capturas.
La actividad pesquera de la zona se ha visto favorecida por la protección que brinda, frente a los vientos alisios, las montañas próximas a la costa, lo que produce las denominadas “calmas de Canarias”. Este fenómeno se extiende desde la Punta de la Aldea hasta la desembocadura del Barranco de Tirajana. En estas franjas, presentes en todas las islas de alto relieve, abundan las especies marinas con valor comercial. Una vez más, el municipio de Mogán se ve beneficiado por su entorno natural.
En la actualidad, Mogán es un referente vivo dentro del mundo pesquero tradicional canario. Sin embargo, si lo que se pretende es conocer realmente esta actividad pesquera sólo tiene que acercarse a sus costas para sentir la brisa, oler el salitre y saborear un buen pescado fresco capturado ese mismo día.
